Érase una vez un conejo, un inglés y un español que se quedaron atrapados en un ascensor. O era en un avión, no sé, la verdad es que no me acuerdo. La cosa es que el conejo, o liebre, corría que se las pelaba, y parecía que lo iba a tener muy fácil para ganar a la tortuga, que no era ninja, como hemos indicado: era inglés. La cuestión es que el español, a pesar de ser vago y jacarandoso, pensó que si quitaban un tornillo de cada una de las otras tres ruedas, podrían sujetar la cuarta y completar el viaje en coche (que seguramente les llevaría a Ítaca –digo yo). Cada cual extraiga la enseñanza que crea que debe extraer (o que no), yo, por mi parte: no pretendí más que mostrar la devaluación (aunque iba a poner el devaluamiento) de lo que antes llamábamos moraleja hasta su total y eventual desintegración y extinción; hasta la contra moraleja ya. Y no sigo, porque aunque primero iba a elaborar algo más formal, al final me ha bastado con esto.