De nuevo tirada en la cama esperando a que la hora real coincida con la que marca el reloj de gato que hay en la mesilla. Se paró algún día, poco después de comprarlo, a las nueve y cuarto, no sé si de la noche o de la mañana. Y en vez de cambiar la pila pensé en esa vieja tontería, “incluso un reloj parado da la hora correcta dos veces al día”; y desde entonces, o más bien desde que me di cuenta de que se había parado, tontamente espero a que la hora del móvil coincida con la del reloj de gato (¿o es al contrario?): las nueve y cuarto. Entonces, me pongo en marcha. Realmente puedo ponerme en marcha cuando quiera, soy mi propia jefa, digamos. Yo marco mi ritmo. (Aunque sea en verdad el reloj de gatito el que lo hace). Soy una fracasada con pasta, una puta pienso a veces, un maniquí. Me hago fotos, las cuelgo en mis diversas cuentas en casi todas las redes sociales que dan dinero de una forma u otra. Tengo suscriptores de pago en cuentas especiales, cuya única diferencia con el resto es...