Baile de hojas secas

   No soy yo el que hace bailar las hojas secas.

   Pero cualquiera diría, habiéndome visto llegar a este banco de la calle Posada del Mar, sentarme en el banco, y ponerme a mirar las hojas del suelo, quietas hasta entonces, que de repente han echado a bailar de un lado a otro; cualquiera diría, decía, que soy yo el que hace bailar las hojas secas.

   Pero no, no puede ser. ¿O sí?

   Temo levantarme, marchar a donde tengo que marchar, y que las hojas paren. ¿Qué sería del mundo si las hojas dejasen de bailar al abandonar yo este banco de la calle Posada del Mar?

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