Un Tío Guay

 Estando en el coche con Óliver, mi bienamado hijo, esperando que nos den las horas para arribar a la deleznable escuela (¡a la que tiene que ir todos los días! Y digo deleznable porque ha dejado claro esta mañana que él odia el colegio; aunque en cuanto llega, parece, paradójicamente, amarlo, parece disfrutarlo como si se tratase de un centro de juegos, más que de un centro penitenciario... en fin); estando en el coche con Óliver, mi hijo, le he preguntado "sobre qué puedo escribir hoy en mi blog, mi famoso blog, paralipomena", y él, ni corto ni perezoso, bueno, un poco perezoso sí que estaba, que era bien temprano, me ha dicho: "pues sobre mí, un guay al que le gustan los videojuegos".

   Esto de preguntar a Oli sobre qué escribir no viene a que se me hayan acabado las ideas, ni a que piense que las suyas serán mejores que las mías, sino que sigo dándole vueltas al tema de escribir sobre cualquier cosa, es decir, escribir por escribir, sin importar quién te lea y casi sin importar sobre qué se escribe, lo único a tener en cuenta es el hecho mismo de escribir, desarrollar el hilo, cual Ariadna, y marcar así el camino a un posible Teseo-lector (aún siendo yo mismo ese Teseo).

   (Espero no estar enrevesando la madeja).

   Y esto que digo de escribir para que nadie lo lea, o sin que importe que lo lean, no lo apunto así a la buena de Dios, ni mucho menos: como ya he dicho, escribo esto, esta mañana fría de enero, para publicarlo en mi blog, y precisamente allí es donde tengo menos lectores que en ningún otro sitio (mis proverbiales cuatro gatos aquí, en este blog, no llegan ni a tres curiosos ratones).

   Como veis, ratoncillos, sigo sin decir nada, sigo sin hablar de nada en particular, explotando esta fantasía metalingüística y metaliteraria. Óliver es guay, y le gustan los videojuegos (esto debe quedar claro).

   No sé si yo soy un tío guay, lo más probable es que no lo sea, pero desde luego me gusta escribir; y leer. A veces escribir y leer casi son la misma cosa. Ahora, conforme voy trayendo palabras a la existencia en este orden preciso, hay una parte de mi que las va leyendo tal que si fuese nada más que eso, un lector. Es así, escribo y leo, leo y escribo. De vez en cuando mientras leo siento también la necesidad de ponerme a escribir, debiendo dejar de tanto en tanto la lectura para agarrar la estilográfica. Y aún más; leyendo a ciertos egregios autores tengo la sensación de ir escribiendo el texto con ellos, sobre todo si son autores muy conocidos y muy amados, como Unamuno, le leo y lo escribo con él, o soy él, soy Unamuno, mientras lo leo. Supongo que esto que me pasa a mí le pasa a todos mis ratoncillos en cierta medida, a todos los ratones del mundo (bueno, a los de biblioteca más bien).

   Creo acertado decir que, incluso, más que ver el mundo, más que vivir aquí, lo leo, y por supuesto: lo escribo. Me es cómodo escribir el mundo, me gusta leerlo. Me es incómodo, y desagradable, que el mundo no se deje escribir, y no me gustan los mundos que no son escritura, esos son miseria y miasma, son antimí, y quede claro: no los quiero. Igual es patología, y no epifanía, pero desde mi trinchera literaria nos importa poco: sabemos que si queremos paz debemos estar preparados para la batalla: menos mal que mi Oli es bueno con los videojuegos, y con las palabras, condiciones indispensable para pilotar uno de mis blogs-tanques. ¡Adelante! O en palabras de Unamuno (es decir, mías): ¡Adentro! ¡A la conquista de un nuevo capítulo! Escribamos, mis valientes ratones, aunque no tengamos nada que decir.



Comentarios

  1. Tentativa esa tantas veces manoseada por mí de ver aparecer páginas de la nada y en ellas conexiones insospechadas y tremendos vistazos a posibles textos infinitos, sin lector y casi sin escritor. La voz de la literatura, esa antigua o puede que eterna vibración salida de la atroz garganta del tiempo, del carraspeo al salmo y del espasmo a silencioso punto final. ¡CAAAAAAAAAAAAAAANTA CONMIGO, CONDENADO BORRACHÍN, AUPADOS SOBRE LAS CUMBRES QUE SOBREPASAN LAS NUBES. ESTE INSESATO MUNDO SE ABRE AL PULSO ABRASADOR DEL SILENCIO!

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  2. Ni el caballero inexistente lo hubiera escrito mejor. Oli es súper guay, por cierto.

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