La entrega (Una historia de amor)
—Aprieta.
—Si aprieto más, cariño, te voy a
reventar la polla.
—En las instrucciones decía que se
podía apretar, que tiene un topecillo por si acaaaa… —Su mujer cortó la frase
con una decidida vuelta de tuerca al nuevo juguete sexual, “El Estrangulador”.
La solapa de la elegante cajita aseguraba que prolongaba la erección no solo en tiempo y potencia, también en
magnitud y en no se sabía cuántas cosas más. Y lo cierto era, pensó ella, que
de momento parecía funcionar.
—¿Te duele?
—No, bueno, no estoy seguro, la
tengo como entumecida. Pero mírala, nunca antes estuvo tan enhiesta.
—¡Pues venga: métemela ya!
Hizo lo que su mujer le pedía, lo
hizo más tiempo y con más ímpetu que nunca. Una parte de él disfrutaba viendo
el espectáculo, como un voyeur; pero seguía sin tener clara sensación de su
propio miembro.
Ella le pedía que no parase, que no
parase nunca, y esa parte de él, no solo el mirón, el enamorado, obedecía: no
quería parar, quería seguir paseándola por ese empíreo del placer.
Pero había otra parte de sí mismo,
como en los dibujos animados, un ángel en un hombro, un demonio en el otro; un
amante contumaz y complaciente por un lado, un hombre racionalista por otro. Éste
le gritaba: “¡te vas a romper la polla!”
“Puede que sí, pero mira cómo le
gusta…”
Cuando despertó en la cama del
hospital ella estaba sentada en el colchón, muy pegada a él, y sonreía; ¡tan
hermosa!
Este se tendría que llamar Entrevista de trabajo
ResponderEliminarSiempre me he preguntado si esos artilugios que presumen de alargar o retardar el placer en un hombre,funcionan...solo por curiosidad femenina...🤔🤔🤔
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