La eternidad de sus letras

 

Joder, no sé qué cojones hago aquí. En la puerta de una librería a las doce de la noche porque mañana va a venir un escritor, ¡un escritor, el último de los parias del panorama popular! a firmar libros a unos cuantos frikis. Seguro que él llega antes que todos ellos y lo sientan, ridículamente, en un rinconcito, junto a un florero o algo así, con un montón de sus libros al lado, haciendo bulto; y que una amable librera le lleva un café... Bueno, no, eso sería si no estuviese yo aquí, el loco que espera a Daniel Aragonés para que le firme su último libro. ¿Qué pensará de mí?

Bah, pensará que soy gilipollas, sobre todo si se entera de que he estado toda la noche sentado en este mínimo escalón, cogiendo frío en los riñones y sin dormir. Aunque nadie tiene porqué saber eso, el primero que venga a abrir pensará que llevaba aquí cinco minutos. A no ser que se fije en mi, de seguro, demacrado aspecto. Es poco probable, no se suelen fijar en mí, soy como esos locos asesinos de los que sus vecinos dicen en entrevistas post asesinatos: perecía un tipo normal.

De cualquier manera voy a decirle: tío, tu libro me ha abierto los ojos. Él pondrá cara de circunstancias, lo sé, y asentirá amablemente, pero me da igual: ¡a alguien se lo tengo que decir, joder!

He pensado en decirle que Wormhole es mi Guardián entre el centeno, pero igual suena esto un poco burro. Mejor le digo que me ha abierto los ojos, esa es la idea y la expresión: tenía los ojos cerrados, pegados de legañas, y el libro me los despegó. Como Juan en Damasco y toda esa monserga.

¿Nos haremos amigos? Seguro que no, seguro que pasa de mí, seguro que es como cuando conocí personalmente a David Crosby: me miró como si yo fuese un bicho raro, poco peligroso y raro. Las horas pasadas con sus canciones no funcionaban en ambos sentidos. Puto David Crosby. Después su música me daba arcadas. ¿Y si me pasa lo mismo con la literatura de Aragonés? ¡Puto Aragonés! Debería cargármelo antes de preguntarle nada, ni de decirle nada. Pum. Seguramente por eso he traído el cuchillo, algo dentro de mí me advirtió: mata al hombre y el escritor sobrevivirá.

El escritor debe ser eterno. Poco importa el hombre. Ya queda poco para que amanezca.

Comentarios

  1. Jajajajajajaja... Eres mi puto ídolo.

    ResponderEliminar
  2. Jajajajaja, espectacular. Así se hace una reseña!

    ResponderEliminar
  3. Cuando uno dice un nombre tal, Daniel Aragonés, suena death metal proveniente del averno. Cuando hablamos de él, sus ojos se abren en el ataúd en el que suele pasar el día porque te oye por lejos que esté. Los seres oscuros de la noche no necesitan estar cerca. Un abrazo desde las sombras.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Anda, ve a por agua al pozo de cristal

Intoxicación

La urbanización