Cinismo y mansedumbre

    Este microrrelato ha sido desechado, denostado y pateado en el trasero por la organización de un concurso de Getafe de microrrelatos negros: como no podía ser de otra manera, añado otra muesca a la culata de mi revólver: el enésimo fracaso. Aquí lo dejo por si a alguien le gusta.

...

—Los cínicos no sirven para este oficio —sentenció el inspector ridícula, pomposamente.

   Sin embargo contesté como el subalterno lameculos que pretendo ser:

   —Menuda frasecita, señor. ¿Carver, tal vez?

   Resopló, un cerdo hozando entre la mierda, como solía hacer cuando se quedaba sin respuesta. Pero orgulloso, tan pagado de sí mismo que si alguien le sacara la polla del culo y le llamase maricón, afirmaría que sencillamente estaba cagando carne... Un sargento de hierro cutre.

   Siguió haciendo como que analizaba la escena del crimen, cuando en realidad se dedicaba a esforzarse por no volver a echar la pota después de la borrachera de la última noche.

   En uno de sus despistes recogí un trocito de látex, que supongo que aquel hijo de puta arrancó cuando me intentó morder la mano.

   —Sin duda se trata del mismo asesino, varón caucásico entre los quince y los ciento doce años... —su horrísona voz de alcohólico era música gloriosa para mis oídos.

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