Lo abominable
Caminaba por entre callejuelas
Sucias y pestilentes, solitarias
En aquellas horas intempestivas
No podía con mis cansadas suelas
Nocturnas estrellas, estacionarias
Parecían mirar, inquisitivas
A aqueste caminante distraído
No buscaba otra cosa que perderme
Con la esperanza de así perder también
Al fantasma que me había mordido
La memoria que con enloquecerme
Amenzaba, como un arma en mi sien
Poco a poco lo había conseguido
No sabía en qué parte de la ciudad
Me encontraba en esos tristes momentos
Fue entonces que de repente un gruñido
Que remitía a alguna monstruosidad
Hizo que olvidara aquellos tormentos
Salí corriendo, espantado, demente
Sin saber a dónde me dirigía
Recortada una iglesia en luz de luna
Me dije: tal vez allí encuentre gente
Notaba que aquello me perseguía
El reloj de la torre tocó la una
Alocada huida, desesperada
Pareciome que nunca llegaría
Al templo en la parte alta de aquel barrio
Con la puerta por fin casi alcanzada
Temí que cerrada la encontraría
Mas la empujé, se abrió, y divisé el atrio
¡Horror! Solo Érebo me recibía
Oscuridad y silencio, y la sensación
De estar entrando en impío reducto
Me giré hacia la calle: allí no había
Criatura alguna, solo desolación
El monstruo fue de mi mente un constructo
O acaso no: ¿y si otra mente lo evocó
Si esa otra mente de mí pretendía
Que penetrara en la iglesia maldita?
No erró al elegirme, no se equivocó
Solo mi desquiciada alma entendía
Esa grotesca presencia, inaudita
Que en la iglesia abandonada moraba
Rechazada por todo el universo
Condenada a ese eterno ostracismo
Aquella presencia ¡que me miraba!
Desde los rincones; a mí, perverso
Como ella; éramos al cabo lo mismo:
Enorme fealdad, traición miserable
En todo contrarios a raza humana
Los dos cúlmenes de lo abominable
Cerré la puerta y sonó la campana
Desde entonces soy yo quien allí habita
Mi alma ya ninguna otra necesita.
Nada bueno traen las iglesias.Amen
ResponderEliminarMaravilla de la lírica nocturna, del caminante perdido.
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